Querido Padre Celestial,

Alabanza

Llegará el día en que Tu Hijo, Jesucristo será "hermoso y lleno de gloria" y los que se quedarán en Jerusalén "serán llamados santos". Con Tu espíritu del juicio y con Tu espíritu abrasador habrás “lavado la inmundicia de las hijas de Sion y [habrás] limpiado la sangre derramada de en medio de Jerusalén”. Tu nube cubrirá el Monte de Sion de día y Tu resplandor de fuego por la noche (Is 4:2–6). Yo quiero estar ahí para ver Tu gloria y cantar Tus alabanzas. “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22:20b) ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me hablaste sobre el inicio de la profecía de Isaías a Judá. Judá había prosperado bajo el reinado de Uzías quien Te siguió fielmente por casi todos los cincuenta y dos años que reinó. Pero igual que Israel el pueblo de Judá también Te había abandonado. En desesperación y enojo hiciste que los cielos escucharan: “Hijos crié y los hice crecer, pero ellos se han rebelado contra Mí. El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no conoce, Mi pueblo no tiene entendimiento. ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, hijos corrompidos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de Él” (Is 1:2b–4). No hay duda de que Judá se tuvo que haber sorprendido con las palabras de Isaías. Pues sobre todo, habían sido fieles en ofrecer sacrificios y ofrendas. Fielmente, asistieron a todas Tus fiestas, y alzaban sus manos a Ti en oración. ¿Cuál fue Tu respuesta? “Cansado estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado… No traigan más sus vanas ofrendas, el incienso Me es abominación… Sus lunas nuevas y sus fiestas señaladas las aborrece Mi alma. Se han vuelto una carga para Mí, estoy cansado de soportarlas (Is 1:11–14). ¿Qué deseabas de Judá? “Lávense, límpiense, quiten la maldad de sus obras de delante de Mis ojos. Cesen de hacer el mal. Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia, reprendan al opresor, defiendan al huérfano, aboguen por la viuda” (Is 1:16–17). Judá aprovechaba las costumbres de adoración pero rechazaba el corazón de Tu pacto. Como los escribas y fariseos en los días de Jesús, daban sus diezmos de las hierbas más pequeñas de sus jardines, pero ignoraban los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia, y la ley. Como dijo Jesús: “Estas son las cosas que debían haber hecho, sin descuidar aquéllas” (Mt 23:23). Debo prestar atención porque la tendencia de substituir la obediencia con la religiosidad prevalece hasta hoy como en los días de Isaías. ¿Qué debía haber hecho Judá? ¿Era demasiado tarde? ¡Por supuesto que no! “Vengan ahora, y razonemos,” dice el Señor, “Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán. Si ustedes quieren y obedecen, comerán lo mejor de la tierra. Pero si rehúsan y se rebelan, por la espada serán devorados” (Is 1:18–20).

Reflexión

Frecuentemente comparabas el pecado de Israel con la futura santidad de Sion en el reino milenario de Cristo. Esto le recordaba a Tu pueblo la razón por la cual los habías escogido de entre las naciones, y los desafiabas a arrepentirse.

Petición

Padre, no dejes que rechace “la ley de Jehová de los ejércitos” y no permitas que yo “desprecie la Palabra del Santo de Israel”. Que mi vida siempre magnifique al “Dios Santo quien se muestra santo en justicia”.

Agradecimiento

Mi corazón dice: ¡“Vengan, subamos al monte del Señor” y ofrezcamos agradecimiento por Su amor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Isaías 5:16.