Querido Padre Celestial,

Alabanza

Tú eres mi Hacedor y mi destructor. (Os 8:14; 5:14). Me hieres y me curas. Con juicio me arrebatas como león (Os 6:1; 5:14), y en misericordia vienes a mí como la lluvia de primavera. (Os 6:3). Me castigas cuando peco, y me haces prosperar cuando obedezco. Tú eres todo lo que necesito, y todas Tus obras son dignas de alabanza. Grande eres Tú, Jehová, y digno de alabanza. ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me hablaste más sobre la profecía de Oseas al reino de Israel. Oseas había comenzado su mensaje con la infidelidad de su esposa (Os 1–3). Luego continuó contando el caso contra Israel: “Pues no hay fidelidad, ni misericordia (ni lealtad), ni conocimiento de Dios en la tierra. Sólo hay falso juramento, mentira, asesinato, robo y adulterio. Emplean la violencia, y homicidios tras homicidios se suceden” (Os 4:1b–2). ¿Cómo había sucedido todo esto? Primero le llamaste la atención a los sacerdotes. Los sacerdotes Te habían rechazado y se habían olvidado de la ley, y por esa razón ya no instruían a la gente. El resultado fue que Tu “pueblo fue destruido por falta de conocimiento” (Os 4:6). Esto me demuestra la importancia de enseñar Tu Palabra fielmente a los que están bajo mi liderazgo y autoridad. Posteriormente, le llamaste la atención al pueblo. Ellos Te habían abandonado y volvieron a adorar a los ídolos. Se deleitaban en el espíritu de sensualidad y de prostitución que provenía de la adoración de los ídolos. Los hombres eran igual de culpables que las mujeres (Os 4:14). Esto me enseña que los deseos de la carne son potentes y peligrosos, y de todos los pecados que ataban a Tu pueblo, el sexo era el más mortal. ¿Qué le esperaba al pueblo de Israel? “Así se pierde el pueblo sin entendimiento” (Os 4:14). Sembraron viento e iban a “segar torbellino”. En veinte años iban a ser “devorados” por Asiría, la misma nación donde habían “alquilado amantes” (Os 8:7–9). Mirabas el horrible estado de Israel con enojo y frustración y al mismo tiempo con un corazón quebrantado. Tú deseabas que ellos dijeran: “Vengan, volvamos al Señor. Pues Él nos ha desgarrado, pero nos sanará; nos ha herido, pero nos vendará. Nos dará vida después de dos días, al tercer día nos levantará y viviremos delante de Él” (Os 6:1–2). ¡Qué maravilloso cuadro de Tu misericordia y de Tu gracia! Me haces fracasar por mi propio bien, sabiendo que si no soy disciplinado por mi pecado voy a terminar destruyéndome a mí mismo. Qué tan diferente habría sido el futuro de Israel si Te hubieran hecho caso cuando los llamaste a arrepentirse y a volver a Ti.

Reflexión

Con tristeza dijiste: “¿Qué haré contigo, Efraín? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque la lealtad (misericordia) de ustedes es como nube matinal, y como el rocío, que temprano desaparece” (Os 6:4). ¿Soy igual que el pueblo de Israel, portándome bien en un momento y portándome mal al otro? ¿O estoy firme en mi compromiso contigo?

Petición

Padre, dame un corazón que sea leal solamente a Ti: “Unifica mi corazón para que tema Tu nombre” (Sal 86:11). Nunca permitas que yo me una a los ídolos. ¡Que el conocimiento de Tu Palabra siempre llene mi mente!

Agradecimiento

Jesús les dijo a los fariseos: “Pero vayan, y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’” (Os 6:6; Mt 9:13). Estoy tan agradecido de servir al Dios que desea que todo lo que está en mi corazón sea correcto delante de Él.

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Oseas 9:17.