Querido Padre Celestial,

Alabanza

Tú dijiste: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale a beber agua; porque así amontonarás brasas sobre su cabeza, y el Señor te recompensará” (Pr 25:21–22). Te alabo hoy como el Dios que ama a Tus enemigos y hace bien a los que Te odian. Tú haces “llover sobre justos e injustos” (Mt 5:45), y Tu paciencia para con los impíos se basa en Tu deseo de que “todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad” (1 Ti 2:4; Ro 2:4). ¡Qué privilegio es adorar y servir a un Dios como Tú! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste sobre los proverbios finales de Salomón. Salomón escribió en muchos de sus proverbios de la persona que él llamó “el necio” (Pr 26:1, 3–12). Me advirtió que debo tener cuidado cómo hablo con los necios. Necesito saber cuándo al responder al necio según su necedad me bajaría a su nivel, y cuando al responder al necio según su necedad lo impediría de ser sabio ante sus propios ojos. ¿Por qué me importa guardar al necio de ser sabio ante sus propios ojos? Porque me dijiste: “¿Has visto a un hombre que se tiene por sabio? Más esperanza hay para el necio que para él” (Pr 26:12). ¿Cómo entonces se deben ser tratados los necios? “El látigo es para el caballo, la brida para el asno, y la vara para la espalda de los necios” (Pr 26:3). Es claro que la única cosa que separará a un necio de su necedad es la vara de la disciplina. ¿Cómo es posible que alguien se convierta en necio? Salomón respondió a esta pregunta cuando dijo: “La necedad está ligada al corazón del niño, pero la vara de la disciplina lo alejará de ella” (Pr 22:15). ¡Todos entramos en este mundo como necios! Por eso, es sumamente importante que disciplinamos a nuestros hijos y que los reprendemos por su necedad. ¿Qué les pasará si no guardamos a nuestros hijos de su propia necedad? Llegan a ser una vergüenza y una afrenta. La honra no es apropiada para ellos (Pr 26:1) y la sabiduría no puede ayudar ni guiar a ellos (Pr 26:7, 9). No aprenden nada de sus errores—solo repiten su necedad (Pr 26:11). ¡Qué trágico encontrar a algún adulto que no es nada más que un niño necio que se ha hecho mayor!

Reflexión

“Como el enloquecido que lanza teas encendidas, flechas y muerte, así es el hombre que engaña a su prójimo, y dice: ‘¿Acaso no estaba yo bromeando?’” (Pr 26:18–19). ¡Ay! ¿Soy yo culpable de comportarme así?

Petición

Padre, me es claro que la disciplina es el antídoto contra los pensamientos necios. Por eso, doy la bienvenida a Tus reprensiones y valoro Tus admoniciones. ¡Ruego que me corrijas para proteger mi alma!

Agradecimiento

¡Cuán agradecido estoy por las fieles heridas de un amigo como Tú! (Pr 27:6) ¡Que yo siempre reciba el beneficio de Tu reprensión franca y que Tu amor nunca sea encubierto en mi vida (Pr 27:5)! ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Proverbios 27:11.