Querido Padre Celestial,

Alabanza

Alabo Tu Nombre, porque solo Tu Nombre es exaltado. Tu gloria es sobre los cielos y la tierra. Libras a los cautivos, y abres los ojos de los ciegos. Levantas a los caídos, y amas a los justos. Te alabaré mientras yo exista—eres mi ayuda y mi esperanza. ¡Todo lo que respira alabe a Jehová! ¡Aleluya! (Sal 150:6).

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste varios salmos de alabanza. El tema del salmo 136 es Tu hesed—Tu amor fiel y constante para con el pueblo de Tu pacto. Este salmo afirma la verdad de que eres Dios de dioses y Señor de señores. Eres Creador, Librador, Vencedor, Amigo en días de angustia, y el Dios del cielo. La repetición de la frase “porque para siempre es Tu misericordia” me sirve como una afirmación audible de esta verdad gloriosa; puedo regocijarme al saber que Tu amor por mí no tendrá fin. El salmo 148 revela que toda la creación, en los cielos (v. 1–6) y en la tierra (v. 7–14), es como una sinfonía majestuosa, con todos los instrumentos tocados juntos en una alabanza armoniosa de Tu nombre. Es una imagen bella de cómo yo, como un creyente, debo alabarte—personalmente, pero también como parte del gran coro de creyentes de todo el mundo. El salmo 149 ofrece una variedad de maneras en que puedo alabarte; puedo alabarte con mis palabras, con canciones, con bailes, con tocar instrumentos. Creaste mi cuerpo tanto como la música, y eres honrado cuando uso mi cuerpo y la música para alabar Tu Nombre. Verdaderamente, “el Señor se deleita en Su pueblo” (Sal 149:4).

Reflexión

El salmo 146 me advierte contra poner mi confianza en los que parecen ser poderosos e influyentes (v. Sal 118:9). Hoy están aquí, pero mañana no están; el hombre (adam) se vuelve rápidamente a la tierra (adama). ¿Está mi esperanza en Ti, el Dios de Jacob y el Creador de los cielos y de la tierra?

Petición

Padre, pon en mí un deseo de cantar Tus alabanzas. Enfoca mi mente hoy en Tus hechos poderosos y la excelencia de Tu grandeza (Sal 150:2). Que mi vida—todo lo que hago—sea un testimonio de Tu amor y de Tu misericordia, y que mi corazón siempre se regocije en Ti.

Agradecimiento

Gracias por Tu bondad para mí. Cuando estaba perdido en pecado, me amaste tanto que enviaste Tu Hijo para morir por mí— ¡qué grande es Tu misericordia y qué maravilloso Tu amor! Grito con el salmista: “¡Aleluya!”

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 150:6.