Querido Padre Celestial,

Alabanza

Digo con David: “Bendice, alma mía, a Jehová, ¡y bendiga todo mi ser Su santo nombre!” (Sal 103:1). Perdonas todas mis iniquidades, sanas todas mis dolencias, rescatas del hoyo mi vida, y me coronas de favores y misericordias. Eres misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia. Te glorifico hoy, bendigo Tu nombre. ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste más de los salmos de David. El salmo 109 me enseña que cuando algunos, en pago de mi amor y mis oraciones por ellos, me traicionan, puedo responder como Jesucristo al orar en contra de ellos. De hecho, Pedro aplicó este salmo a Judas, “el que se hizo guía de los que prendieron a Jesús” (Hch 1:15–20). El ejemplo de David es importante; no buscó venganza personal en contra de los que lo habían traicionado, dando lugar a Tu venganza (Sal 109:27). En lugar de eso, Te pidió que les pagaras según sus acciones—“También amaba la maldición, y ésta vino sobre él; no se deleitó en la bendición, y ella se alejó de él” (Sal 109:17). Este es el espíritu de Cristo; es Tu voluntad que los pecados de los malvados no arrepentidos vengan sobre sus propias cabezas en juicio. El salmo 110 es uno de los más importantes salmos mesiánicos—es citado más que cualquier otro salmo en el NT. En este salmo, el Padre habla al Hijo, reconocido por David como “mi Señor” y dice: “Siéntate a Mi diestra, hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus pies” (Sal 110:1). Esto quiere decir que el Mesías es Hijo de Dios tanto como Rey de reyes (v. Mt 22:41–46). El Padre continua por declarar: “Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec” (Sal 110:4). Esto significa que el Mesías también es un Sumo Sacerdote que ofrecerá un sacrificio por los pecados del pueblo (v. He 7). Qué maravilloso es saber que Tu Hijo, Jesucristo el Mesías, es el Rey y el Sacerdote—Él me puede salvar de mis pecados, ¡y algún día reinará sobre el mundo en justicia! ¡Aleluya!

Reflexión

¿Puedo decir con David: “Prestaré atención al camino de integridad. No pondré cosa indigna delante de mis ojos. No conoceré maldad”? (Sal 101:2–4)

Petición

Padre, dame ayuda contra el adversario, ¡pues vano es el auxilio del hombre! En Dios, haré proezas; Tú pisotearás a mis adversarios (Sal 108:12–13).

Agradecimiento

¡Gracias por no tratarme según mis pecados! Alejaste de mí mis transgresiones, ¡como está de lejos el oriente del occidente! Como un padre se compadece de sus hijos, Te has compadecido de mí. ¡Te alabo, Señor! (Sal 103:10–13).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 103:19.