Querido Padre Celestial,

Alabanza

El Espíritu Santo dijo por medio de David: “Venid, aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante Su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Sal 95:1–6 RVR60). Hoy Te alabo, oh Señor, ¡y exalto Tu Nombre! ¡Toda la gloria, la honra, y la majestad sean para Ti, el Rey de reyes!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste más sobre los salmos de David. El salmo 68 es un magnífico canto que celebra Tu fidelidad para Israel y Tus victorias sobre Tus enemigos. Recorre la historia del establecimiento de Tu reino en el pasado, y mira hacia adelante a la derrota de toda oposición en el futuro. En ese día todo el mundo Te reconocerá como su Señor y Te traerán regalos a Tu trono. Después Pablo imaginó ese día y Tu procesión victoriosa para explicar que Cristo descendió a la tierra como el bebé de Belén, sufrió y murió, y resucitó en poder glorioso y ascendió al cielo para ser exaltado a Tu diestra (Ef 4:7–13). Él triunfó sobre Sus enemigos como un Rey conquistador, y llevó cautivos a Sus enemigos, y dio dones a Su pueblo (v. Sal 68:12, 18). Los dones que diste eran los más preciosos que se podrían dar—¡los benditos dones de la gracia del Espíritu Santo! Fueron dados “a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio” y “para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4:11–12). Cuando estos dones se usan por amor, la iglesia llega a su madurez—¡medida de la estatura de la plenitud de Cristo! “Temible eres, oh Dios, desde Tus santuarios; el Dios de Israel, Él da fuerza y vigor a su pueblo. ¡Bendito seas, Dios!” (Sal 68:35).

Reflexión

Cuando el Espíritu Santo quería ilustrar cómo es la infidelidad, habló de la generación del éxodo (Sal 95:7b–11; He 3:7–4:11). Esa generación comenzó en la fe, rápidamente Te olvidó, desobedeció Tus mandatos y se fue a su muerte en el desierto en incredulidad. Sus vidas me sirven como advertencia. Debo tener cuidado de que en mí no haya “un corazón malo de incredulidad” haciendo que yo me aparte de Ti, y debo temer de no alcanzar la promesa de entrar en Tu reposo.

Petición

“Enséñame, oh Señor, Tu camino; andaré en Tu verdad; unifica mi corazón para que tema Tu nombre” (Sal 86:11).

Agradecimiento

“Te alabaré, oh Jehová Dios mío, con todo mi corazón, y glorificaré Tu nombre para siempre.” (Sal 86:12 RVR60). ¡Mi corazón se regocija en Tu misericordia y canto del gozo de haber recibido Tu gracia!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 70:4.