Querido Padre Celestial,

Alabanza

Cuando se le dijo a David: “Huye como ave al monte… Si los fundamentos son destruidos; ¿Qué puede hacer el justo?” se negó a estar desalentado. En cambio, dijo: “En el Señor me refugio” (Sal 11:1). Eres el fundamento de la justicia y nunca serás destruido. Te alabo hoy como el Dios santo—me pruebas y me disciplinas, y me capacitas para ser santo y así algún día veré Tu rostro. ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste más sobre los salmos de David. El salmo 16 es la oración de un hombre santo que permanece fiel a Ti y ama a Tu pueblo a pesar de los que siguen a otros dioses. Él confía en Ti y Te llama su “porción de mi herencia”. Él dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Sal 16:8–11 RVR60). Muchos años después, Pedro les dijo a los judíos que David no estaba hablando de sí mismo en ese salmo—él hablaba proféticamente de Jesucristo (Hch 2:25–31). No dejaste que Tu Hijo “viera corrupción,” sino que Lo levantaste de la muerte y Lo exaltaste a Tu diestra. “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” (Hch 2:36 RVR60).

Reflexión

Cuando David se sentía como si lo hubieras abandonado y olvidado, clamó a Ti, pidiendo Tu ayuda y rogó que le respondieras. Mientras esperaba Tu respuesta, decidió alabarte por Tu misericordia y Tu salvación (Sal 13:5–6). Después de derramar mi corazón delante de Ti, ¿elijo en ese momento confiar en Tu fidelidad y alabarte por Tus bendiciones?

Petición

Padre, quiero “habitar en Tu tabernáculo” y “morar en Tu monte santo” (Sal 15:1). Ayúdame a caminar intachablemente ante Ti y hablar la verdad con un corazón sincero. Guárdame de mentir y de hacer mal a mi vecino. ¡Que yo siempre honre a los que Te temen!

Agradecimiento

David dijo muchas veces que Tú fuiste su refugio. Cuán agradecido estoy por la seguridad de Tus manos poderosas en medio de una generación perversa y malvada. ¡Grande eres Tú, Señor, y muy digno de ser alabado!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 17:8.