Querido Padre Celestial,

Alabanza

“Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Sal 9:1–10 RVR60). ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste sobre algunos de los salmos de David. El salmo 2 es un salmo real que habla de la coronación del Mesías (el Ungido del Señor—Sal 2:2b). En este salmo, el Mesías recuerda lo que le dijo Dios el Padre: “Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Sal 2:7b). Esta proclamación identifica al Mesías como el Hijo de Dios y subraya la posición del Mesías como el “engendrado” del Padre. En su sermón en Antioquía de Pisidia, Pablo explicó que esta declaración se cumplió cuando Jesucristo se levantó de la muerte y fue exaltado a la diestra de Dios (Hch 13:33). Entonces el Padre “engendró” al Hijo en el sentido que lo trajo del vientre de la tierra por medio de la resurrección y públicamente lo proclamó Su Hijo. El autor de Hebreos usó este salmo para probar que el Hijo es superior a los ángeles—Su Nombre es mayor que el de ellos porque Su Nombre es “Hijo de Dios” (He 1:5). El salmo 8 es otro salmo mesiánico en el que David proclamó Tu gloria y se preguntó: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Sal 8:4). David siguió diciendo que “lo” coronaste con gloria y honra y “todo lo pusiste debajo de sus pies”. Repetidamente, el NT aplica este salmo a Jesús, el Dios-hombre en quién esta profecía verdaderamente se cumple (He 2:5–9; 1 Co 15:27; Ef 1:22). Estos salmos exaltan a Tu precioso Hijo, Jesucristo, ¡que es Tu Ungido y que algún día reinará sobre el mundo en verdad y en justicia! ¡Con razón Lo llaman el Salvador!

Reflexión

Tu advertencia en el salmo 2 se aplica tanto a mí como a las naciones—“Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían” (Sal 2:11–12 RVR60).

Petición

Padre, mi deseo es servirte a Ti con toda la reverencia y la admiración que solo Tú mereces. Ayúdame a buscar refugio en Ti al obedecer la voz de Tu Espíritu Santo.

Agradecimiento

Gracias por el regalo de Tu Ungido, el Hijo de Dios, Jesucristo el Mesías. ¡Ponlo en mi corazón como Rey, así como lo has puesto como Rey en Sion, Tu santo monte!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 8:2.