Querido Padre Celestial,

Alabanza

Gedeón escuchaba cuando el madianita dijo, “Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento,” y esto lo motivó a adorarte (Jue 7:14–15). También me inclino ante Ti en adoración y alabo Tu nombre. Eres el Dios que va delante de mí, y Te complaces en mostrar Tu poder a favor de mí. ¡A Ti sean la gloria y la honra para siempre!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me hablaste sobre la opresión de los madianitas y el tiempo en que Gedeón fue el juez de Israel. El pueblo Te clamó, pidiendo Tu ayuda, y les enviaste un profeta para recordarles que sus problemas se habían orginado por sus propias decisiones (Jue 6:1–10). Entonces, en Tu misericordia, llamaste a Gedeón, un hombre insignificante de una familia pequeña en la tribu de oeste-Manasés, para ser Tu “varón esforzado y valiente” (Jue 6:12). Tu elección de Gedeón me enseña que escoges “lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte”. Haces esto para que “nadie se jacte en [Tu] presencia”—que solo Tú seas glorificado (1 Co 1:26–29). Gedeón, que era muy consciente de sus debilidades, no entendió Tu primera declaración: si el Señor está contigo, entonces serás verdaderamente valiente (Jue 6:12). Intentabas enseñarle que no importaban sus deficiencias porque con Tu fuerza es suficiente. Tú nunca nos envías en nuestro propio poder—¡venimos en la fuerza y el poder del Señor! Me anima observar cómo estabas con Gedeón en cada momento, y cuán paciente eras con sus miedos, permitiendo que sus vellones confirmaran Tu voluntad. Le diste la victoria sobre los madianitas, y lo usaste para castigar a los israelitas pecaminosos que vivían en la región transjordana. Esos israelitas me enseñan que los que rehúsan ayudar a Tu causa son tan culpables como los que abiertamente se oponen a Tu voluntad (Jue 8:13–17; v. Jue 5:23; Lc 11:23).

Reflexión

Gedeón no se dio cuenta de que la opresión madianita era el resultado de que Israel Te había abandonado, y no porque Tú habías dejado a Israel. Nunca estás ausente en mis tiempos de aflicción, y solo el pecado puede separarme de Tu Presencia (v. Is 59:1–2).

Petición

Padre, ayúdame a vivir una vida santa y ser un ejemplo santo para mis hijos. Que nunca estén obligados a lidiar con un altar a Baal que yo haya permitido en mi corazón.

Agradecimiento

Gracias por elegir “a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha[s] prometido a los que [Te] aman” (Stg 2:5 RVR60).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Jueces 6:14.