Querido Padre Celestial,

Alabanza

Me humillo hoy ante Ti; eres un Dios de maldiciones. Tu bondad está en equilibrio con Tu severidad (Ro 11:22), y no se puede despreciar Tu gracia sin sufrir consecuencias. Si Israel fue maldecido por romper el primer pacto, “¿cuánto mayor castigo piensan ustedes que merecerá el que ha pisoteado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha tenido por inmunda la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ha ultrajado al Espíritu de gracia?” (He 10:29).

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste de la ceremonia para renovar el pacto que entraría en vigor en Canaán. Moisés ordenó que el pueblo erigiera grandes piedras en el Monte Ebal y escribiera en ellas todas las palabras de la ley. Estas piedras le servirían como un recordatorio perpetuo de Tu pacto con Israel. Esto me enseña cuán importante es colocar Tu palabra al centro de mi vida. También me dijiste de las bendiciones y maldiciones del pacto. Primero, Moisés describió todas las bendiciones que prometiste derramar sobre ellos si guardaban Tu pacto y obedecían Tus mandatos. Puedo sentir el gran anhelo que tenías por un pueblo que se separaría del mundo para caminar contigo. Más que nada querías bendecir y prosperar a Israel. Es trágico considerar las bendiciones que habrían llenado sus vidas si Te hubieran obedecido. Entonces Moisés describió, con lujo de detalles, todas las maldiciones que les derramarías si rompían el pacto. El recuerdo de su ingratitud Te enojó mucho: “Por cuanto no serviste al Señor tu Dios con alegría y con gozo de corazón, cuando tenías la abundancia de todas las cosas, por tanto servirás a tus enemigos, los cuales el Señor enviará contra ti” (Dt 28:47–48). Esto me enseña que a Ti Te importan mis actitudes; ¡soy llamado a servirte con gozo y alegría!

Reflexión

Leí estos versículos desconcertado; ¿cómo pudieron desobedecerte después de escuchar esas maldiciones? Pero la verdad es que si yo también estoy jugando con el pecado, es la misma cosa.

Petición

Padre, ayúdame a no olvidar que Tu historia con Israel se escribió para servirme de advertencia. Si el pueblo fue castigado por pecar, ¿cómo escaparé si descuido una salvación tan grande? (He 2:1–4).

Agradecimiento

Gracias por enseñarme cuán serio es el pecado; ¡estoy agradecido por el “silbo apacible y delicado” del Espíritu Santo que me corrige cuando me desvío y me ayuda a caminar contigo!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Deuteronomio 28:63.