Querido Padre Celestial,

Alabanza

Moisés ordenó a Israel que no imitara las prácticas de hechicería de los cananeos (Dt 18:9–14). No había necesidad de buscar dirección por medio de la magia o la adivinación, porque ya habías revelado Tu voluntad a través de Moisés, y prometiste levantar un profeta como él del pueblo de Israel (Dt 18:15–19). Pedro dijo que Jesucristo fue el cumplimiento de esta promesa (Hch 3:22–23). Te alabo por darnos a Tu Hijo, que es la “exégesis” de Ti (Jn 1:18) y que habla Tu verdad a mi corazón (He 1:1–2).

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste más de la segunda parte del segundo sermón de Moisés a los israelitas en las llanuras de Moab al fin de los 40 años de peregrinación. Moisés prosiguió a explicar Tus leyes del pacto en detalle para que el pueblo supiera cómo vivir una vida santa que Te agradara. La ley del año de remisión (sábado) exigió que el pueblo otorgara una remisión de toda deuda a sus hermanos israelitas al fin de cada siete años. Se ordenó que fueran generosos, dando a sus prójimos lo que les faltara. Esto me enseña que mi responsabilidad es cuidar de los pobres y necesitados de mi comunidad. Moisés anotó que la pobreza entre los israelitas era opcional; si Te amaban y obedecían, les bendecirías y prosperarías (Dt 15:4–6). Sin embargo, ya sabías que esta situación perfecta no se realizaría; sin duda, el pecado de algunos afectaría la vida de todo el pueblo, entonces nunca faltarían los pobres de la tierra (Dt 15:11). Esta ley no estaba ordenando que el pueblo otorgara ayuda a los malos que hubieran provocado Tu ira (v. 2 Cr 19:2; Am 4:7); es decir, la ley enseñaba a Israel que cuidara de los afectados negativamente por las consecuencias del pecado de otros. Si ayudamos a las personas en pobreza como resultado de su propio pecado sin enfrentarse con la necesidad del arrepentimiento, facilitamos su maldad. Mi deber es abrir la mano a los pobres, mientras que intento discernir la causa principal de su pobreza.

Reflexión

Ordenaste a los reyes futuros de Israel que escribieran una copia de la ley por su propia mano. ¿Guardo Tu palabra cerca de mi corazón para aprender a temerte?

Petición

Padre, ayúdame a memorizar y meditar sobre Tu palabra; implántala en mi mente y dame la fortaleza para usarla en mi lucha contra el enemigo (Stg 1:21; Ef 6:16).

Agradecimiento

¡Te agradezco por Tu brazo fuerte! Digo con confianza: “El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre?” (He 13:6).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Deuteronomio 17:18–20.