Querido Padre Celestial,

Alabanza

El libro de Levítico está lleno de leyes que subrayan Tu santidad, y parece imposible que pudieras vivir con un pueblo tan inmundo. A pesar de esto, en Tu gracia hiciste provisión por sus errores y fallas, y estableciste una manera a través de la cual podrían ser purificados de la impureza ritual y al mismo tiempo aprenderían cómo es vivir una vida santa. ¡Te alabo por tal amor! ¡Te adoro hoy por derramar Tu misericordia y gracia sobre mí!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste de Tu ley sobre los animales limpios e inmundos; se podrían comer los limpios pero no se podrían comer los inmundos. Esta ley tenía el fin de que Israel Te reconociera como su Dios: “Conságrense y sean santos, porque Yo soy santo” (Lv 11:44–45). Con cada comida, Israel se acordaría que Tú le habías redimido para que fuera Tu pueblo santo. Su alimentación era limitada a ciertos tipos de carne en una imitación de Ti; habías elegido a Israel de entre las naciones. Mientras que distinguían entre las comidas limpias e inmundas, se acordarían que la santidad es más que una decisión sobre qué comer, sino que es una manera de vivir caracterizada por pureza e integridad. También me dijiste de las leyes de purificación para la mujer después del parto. La madre tenía que estar separada de lo que era santo hasta que el flujo de sangre cesara y su cuerpo fuera renovado (la santidad y la sanidad están estrechamente relacionadas). Esta práctica conllevaba el beneficio práctico de dar a la mujer tiempo para recuperarse completamente del parto y prohibía la intimidad sexual hasta que estuviera listo su cuerpo.

Reflexión

Aunque Tu ley con respeto a comidas limpias e inmundas no está en vigor actualmente, todavía tiene importancia para mí (Mr 7:19). ¿Tengo cuidado de rechazar lo inmundo y elegir lo limpio?

Petición

Padre, la vida está llena de decisiones; ayúdame a tener los sentidos ejercitados por la práctica para discernir entre el bien y el mal (He 5:14). Dame la sabiduría no solo para discernir entre el bien y el mal, pero también entre lo bueno y lo mejor.

Agradecimiento

Una fuente o cisterna no quedaba inmunda por el cadáver de algún animal porque el agua, un purificador, estaba siendo continuamente renovada (Lv 11:36). Gracias por tan hermosa visión de mi unión con Cristo. Su vida dentro de mí está renovando y purificando mi corazón continuamente, ¡y Su sangre activamente y actualmente está limpiándome de todo pecado (1 Jn 1:7)!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Levítico 11:44–45