Querido Padre Celestial,

Alabanza

Deseo ofrecerte “un servicio aceptable con temor y reverencia,” porque verdaderamente eres “fuego consumidor” (He 12:28–29). Eres digno de mi más profundo respeto y honra. Cuando apareciste con truenos y fuego sobre el Monte Sinaí, el pueblo tembló y Moisés le proclamó al pueblo que habías venido para ponerlo a prueba: “Para que Su temor permanezca en ustedes, y para que no pequen” (Ex 20:20). ¡Hoy Te alabo por Tu gran poder y gloria; eres un Dios santo!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre el primer día oficial del ministerio sacerdotal de Aarón y de sus hijos. Te ofrecieron sacrificio por sí mismos y por la congregación. Aarón levantó las manos y bendijo al pueblo, y luego él y Moisés entraron en el Tabernáculo para tener comunión contigo. Cuando salieron de la tienda, Tu gloria apareció y un fuego cayó para consumir el holocausto en el altar. Cuando lo vio todo el pueblo, aclamó y se postró rostro en tierra. Así confirmaste el sacerdocio levítico, un sistema de culto que duraría más de mil años para ilustrar algunas verdades importantes: (1) el hombre está separado de Ti por su pecado y no puede entrar en Tu presencia sin mediador, (2) el pecado conlleva la muerte y se debe derramar sangre para expiarlo, (3) por Tu gracia proveíste entrada en el Lugar Santísimo por el sacrificio de un cordero sin defecto y sin mancha, el Cordero de Dios. Es triste que ese día maravilloso fue marcado por una tragedia; mataste a Nadab y Abiú, los hijos mayores de Aarón, porque ofrecieron delante de Ti “fuego extraño” que Tú no les habías ordenado. ¡Cuán importante es hacer exactamente lo que ordenas (v. Ex 39:43)!

Reflexión

Por medio de Moisés, le proclamaste a Aarón: “Como santo seré tratado por los que se acercan a mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado” (Lv 10:3). ¿Tengo cuidado de que mis acciones estén de acuerdo con Tu Palabra y que mi vida Te exalte como santo delante de otros?

Petición

Padre, imprime en mi corazón y en mi mente la responsabilidad que tengo para adorarte con obediencia y santidad. ¡Qué el temor tuyo esté siempre conmigo, para que yo no peque! (Mt 10:28).

Agradecimiento

Gracias por Tu sacerdocio levítico; ¡me habla de las realidades espirituales y testifica de la obra maravillosa de Tu Hijo precioso, Jesucristo, mi Mediador y Sacrificio!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Levítico 10:3