Querido Padre Celestial,

Alabanza

Te alabo por ser mi Redentor; la muerte sacrificial de Cristo proveyó la expiación por mi pecado y me dio una vida nueva por el Espíritu. Digo con Zacarías: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha traído redención para Su pueblo, y nos ha levantado un cuerno de salvación en la casa de David Su siervo…para dar a Su pueblo el conocimiento de la salvación por el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios” (Lc 1:68–69, 77–78).

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre tres de los cinco sacrificios levíticos: el holocausto, la ofrenda de cereales y la ofrenda de paz. En el principio, Adán y Eva estaban en comunión íntima contigo, y no necesitaban ofrecer sacrificios. Pero después de su caída en el pecado, esa comunión fue rota. El perdón del pecado y la restauración de la comunión vienen por fe que se demuestra en el arrepentimiento y la obediencia. El sistema de sacrificios se presentó como una manera por la cual el pueblo podía demostrar su arrepentimiento, cumpliendo su fe. Los sacrificios no eran eficaces en sí mismo; solo señalaban a la obra salvadora y propiciatoria de Cristo (He 10:1–4). También enseñaban la verdad de que el pecado trae la muerte, y que se exige el derramamiento de sangre para ser expiado. Por eso eran una imagen conmovedora de la muerte sacrificial de Jesucristo en la cruz. El holocausto expió los pecados de la persona que ofreció el sacrificio y simbolizó la consagración de toda la vida a Ti. La ofrenda de cereales era una expresión de la gratitud y el reconocimiento de Tu soberanía sobre la persona. La ofrenda de paz simbolizó la paz y la comunión que la persona tenía contigo. Actualmente experimento todas estas realidades espirituales por mi unión con Cristo.

Reflexión

Un israelita obediente bajo el Primer Pacto tenía que observar mientras que un animal inocente era muerto por su pecado. ¿Entiendo yo que el pecado exige la muerte del pecador?

Petición

Padre, ayúdame a pensar en el pecado por lo que es en verdad, una rebelión contra Ti. ¡Pido que me otorgues un corazón que odie al pecado y Te ame más que nada!

Agradecimiento

Gracias a Dios que aunque yo una vez era esclavo del pecado, me hice obediente de corazón a la enseñanza del evangelio. Habiendo sido libertado del pecado, actualmente soy un siervo de la justicia. (Ro 6:17–18).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Levítico 1:3–4