Querido Padre Celestial,

Alabanza

Ordenaste que Moisés les dijera a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a ustedes” (Ex 3:14). Qué apropiado que en una cultura politeísta como Egipto, lleno de dioses falsos, te presentaste como el Dios que Es. Solo Tú eres el verdadero Dios de los cielos y la tierra, y solo Tú existes—sin causa, eterno, y soberano. ¡Cuán maravilloso es Tu nombre! ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste qué sucedió cuando Moisés creció. Cuando tenía aproximadamente 40 años, él “rehusó ser llamado hijo de la hija del Faraón”, y escogió ser maltratado con sus hermanos israelitas. El autor de Hebreos dice que hizo esto “por la fe”, porque consideró “como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto” (He 11:24–26). Esta decisión exigió el coraje, el sacrificio y la humildad de Moisés porque había sido destinado a la grandeza terrenal. Moisés trató de aliviar a su pueblo, creyendo que comprenderían que estabas usándolo para librarlos. Pero en vez de confiar en Ti y esperar Tu tiempo, Moisés tomó la responsabilidad y mató a un egipcio que golpeaba a un israelita. Esta acción estaba en marcado contraste con las decisiones de José, que rehusó ponerse en Tu lugar y buscar venganza de sus hermanos. Cuán verdadero el dicho: “Jamás es bueno hacer mal, aun para tener oportunidad para hacer lo bueno”. Cuando Tutmosis III se enteró del homicidio, intentó matar a Moisés. Moisés huyó a Madián y encontró refugio con un hombre llamado Jetro (Reuel). Moisés vivió con él por los 40 años siguientes. Finalmente Tutmosis III murió, y decidiste que ya era la hora para librar a Tu pueblo. Tú apareciste a Moisés en una zarza ardiendo y le ordenaste que fuera al nuevo Faraón, Amenofis II y que llevara a Israel fuera de Egipto. Moisés se plantó ante Tu mandato, e intentó evitarlo con todo tipo de excusas. Cuando finalmente rehusó obedecerte, te enfadaste y le dijiste que su hermano Aarón serviría como su boca. Eso se volvía una ‘bendición mixta’; Aarón servía como testimonio a la falta de fe en Moisés, y después desvió a la gente por hacerle el becerro de oro.

Reflexión

Las excusas de Moisés parecían razonables hasta el momento en que finalmente se negó a obedecerte. Esto me enseña que las excusas frecuentemente encubren un corazón de rebelión y una falta de fe. ¿Te estoy ofreciendo excusas en lugar de obediencia?

Petición

Padre, ayúdame a negar la carne y decir que “Sí” a Tu precioso Espíritu Santo. ¡Recuérdame que todo lo puedo en Jesucristo que me fortalece!

Agradecimiento

Oíste el gemido de los israelitas, y yo sé que me escuchas cuando estoy sufriendo. ¡Gracias por ser un Dios que ve, oye, y no olvida!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Éxodo 3:21–22.