Querido Padre Celestial,

Alabanza

Tu espíritu misericordioso y perdonador se ve en toda su maravillosa belleza en la historia de José y sus hermanos. Estás más que dispuesto a perdonar, sino anhelas perdonar a los que te hayan rechazado; cualquier persona que regrese a ti en verdadero arrepentimiento recibirá una bienvenida de brazos abiertos. ¡Cuán maravilloso es este amor! ¡Te adoro y me regocijo al cantar tu alabanza! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste cómo José se reconcilió con sus hermanos. Muchos meses habían pasado desde el día en que sus hermanos habían salido de Egipto con trigo, pero sin su hermano Simeón. La hambruna “iba agravándose”, y ya se había comido el resto del trigo. Sin embargo, Jacob todavía no dejaba que ellos llevaran a Benjamín, y finalmente Judá se ofreció como garantía: “Que lleve yo la culpa para siempre delante de ti” (Gn 43:9). Jacob cedió y se fueron para Egipto con Benjamín y el dinero que José había devuelto en sus costales. José les dio la bienvenida con una fiesta, pero él había preparado una prueba final para sus hermanos. Se habían mostrado honestos con el dinero y fieles para cumplir su promesa de traer a Benjamín y redimir a Simeón. Pero Simeón era uno de ellos mismos; ¿qué harían si la vida de Benjamín estuviera en juego? ¿Arriesgarían sus propias vidas para salvar al último hijo de Raquel, el hijo a quién, sin duda, Jacob había mostrado aun más favoritismo que a José? José se maravilló al ver que sí lo harían; rasgaron sus ropas y cayeron ante él. Judá pidió la liberación de Benjamín y se ofreció a sí mismo como esclavo de José. El hombre que había deseado ganar dinero con la vida de José, en este momento, voluntariamente rinde todo para salvar a su hermano. El hombre que observaba, silencioso, mientras que Jacob lloraba sobre “la muerte” de José, en este momento pide para ahorrar más dolor a su padre. De verdad, ¡aquí se ve un sincero arrepentimiento! José no pudo soportarlo más, y con lágrimas en sus ojos se reveló a ellos. Los perdonó con todo su corazón, y les honró con lo mejor de Egipto. Ellos regresaron a Jacob con las noticias emocionantes, y él resolvió ver a José otra vez.

Reflexión

José les dijo a sus hermanos: “No fueron ustedes los que me enviaron aquí, sino Dios” (Gn 45:8). Me maravillo con tal sabiduría y humildad, la humildad para someterse a Tu voluntad y la sabiduría para ver Tu mano en todo. ¡Qué daría yo por una fracción de ese mismo espíritu!

Petición

Padre, anhelo tener un corazón como el de José, un corazón que te espera y que se regocija al ver cumplida tu voluntad. Dame esta característica única, ¡la habilidad de ver la vida desde Tu perspectiva!

Agradecimiento

Gracias por Tu amor y fidelidad para conmigo. Aun cuando yo estaba perdido en el pecado, me amaste tanto que moriste por mí. ¡Qué mi vida siempre refleje la gloria de Tu gracia!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Génesis 45:5.