Querido Padre Celestial,

Alabanza

Hoy te alabo por ser mi goel, mi pariente-redentor (Job 19:25). Eres como un pariente cercano que actúa por mí, vengando los males hechos contra mí y salvándome de la angustia. Te alabo como el Dios que rescata al débil y necesitado (Sal 82:4) y protege a los santos de los malvados (Jer 20:13). Tu Hijo, Jesucristo, me redimió del mercado esclavista del pecado, y Él vive perpetuamente para interceder por mí. ¡Aleluya! (He 7:25)

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste del segundo discurso de Bildad a Job. Bildad criticó severamente a Job y pintó un cuadro cruel de la vida del malvado (también abrió la herida de los hijos muertos de Job en 18:19). Su discurso solamente sirvió para atormentar a Job, porque Job ya había identificado el error en cómo pensaba Bildad: si fuera la verdad que Dios trae este tipo de calamidad solo sobre los malvados, entonces Dios sí habría pervertido la justicia en el caso de Job. Job siguió por decir que había pedido la ayuda, pero nadie le había respondido; su propia familia y los siervos lo tenían en poca estima. Pero tan pronto como Job había expresado sus emociones de aislación y desgracia, su fe en ti se brotó: “Yo sé que mi Redentor (Defensor) vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios” (Job 19:25–26). Job fue convencido que aun la muerte misma no pudo separarlo de tu amor y su vindicación última.

Reflexión

Job es un ejemplo que nos da de pensar de la persecución injusta de un hombre santo por los que se creen ser santos (por ej., la iglesia). Debo tener mucho cuidado con lo que digo a los que estén sufriendo; si no, yo podría ser culpable de no hablar la verdad de ti (v. Job 42:8).

Petición

Padre, ayúdame a compadecerme de los que sufren (Job 19:21) y hablar palabras de consuelo y ánimo a los dolorosos. Denme la gracia que necesito para ser un amigo verdadero a mis hermanos creyentes.

Agradecimiento

Gracias por el maravilloso conocimiento que siempre escuchas a mis oraciones y gritos (2 R 20:5; Ap 8:3–4). Job gritó: “¡Oh, si mis palabras se escribieran, si se grabaran en un libro!” (Job 19:23–24), ¡y sí que se escribieron! ¡Eres el Dios que oye!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Job 19:25–26.